Gracias a un año de frapuccinos y galletas de chocolate blanco de Starbucks (que ya no puedo comer, inmerso como estoy en el plan “volviendo a los setenta”), de cenas cada vez más caras y menos satisfactorias en el Vips (pero siempre acabo volviendo), de raviollotos del Gino´s (ñam), de Woks del Wok (siempre me defraudan), de alguna incursión en el Friday´s (donde sólo con los aros de cebolla que sirven como entrante comería una familia entera) y de alguna visita al Root (el único sitio de todos estos donde te sirven comida), he acabado consiguiendo la tarjeta de platino del Grupo Vips, que debe de ser algo equivalente a que te den el carnet de madrileño de verdaj. Eso sí, como las ventajas sean tan buenas como la de la tarjeta oro (un 50% más de puntos vips los martes y jueves a partir de las ocho de la tarde), me sentiré bastante timado.
…enlazando tema…
Y si es por sentirme timado, he de confesar (aunque lo negaré después), que los últimos episodios de la cuarta temporada de “Lost” (aun me falta el gran final) me empiezan a decepcionar un poquito bastante. Los guionistas han llegado a un punto en el que “todo vale” y optan por las soluciones más descabelladas y fantásticas posibles. Sí, lo reconozco, desde el primer capítulo había un monstruo en la isla y unos números recurrentes, pero una cosa es admitir la posibilidad de la existencia del Destino, el Azar y la Casualidad, de campos de fuerza electromagnéticos y de iniciativas científicas ultrasecretas, y otra que todo se solucione recurriendo a la magia, con personajes fantasma, gente con poderes y distorsiones espaciotemporales innecesarias. Además, el recurso de matar a personajes de la trama, cuando se abusa mucho de él, acaba perdiendo eficacia, y en “Lost” hace ya mucho que cruzaron esa línea: la muerte de Boone fue traumática, la de Shannon fue inesperada, las de AnaLusia y Libby fueron impactantes, pero la de Eko ya empezó a resultar grotesca, y las de la cuarta temporada acaban resultando rutinarias. Y eso que todos suponemos que la serie va a terminar con una carnicería de supervivientes y otros. De todas formas, sigue habiendo grandes episodios, personajes interesantes y aun estoy esperando a que vuelva a aparecer la escultura del pie gigante con cuatro dedos. Sigue siendo una serie genial.
…seguimos enlazando temas…
Además, hay que empezar a asumir que la vida real está llena de pequeños misterios. En agosto vino el tasador y ese día la casa decidió tener cincuenta metros cuadrados aunque la escritura diga que sólo tiene treinta y seis. Hace un par de días me encargué yo mismo de medirla y obtuve una cifra en torno a los treinta y nueve. Esta tarde el tasador vuelve a visitarme para resolver tanta discrepancia. Debe de ser que la casa no sólo tiene fantasmas en el altillo, sino que un inquilino anterior estuvo acelerando partículas en el dormitorio y ha roto la continuidad espacial de los espacios. Miniagujeros negros auténticos: una razón más para comprarla!